Todo aquel que no posea
una sana dignidad,
que no se acerque a la sangre
ni al sudor de los demás,
ni a los frutos que procuran
para bien o para mal.
Si lo hace será reo
en mayor intensidad,
Dios nos dio inteligencia
y nos dio la libertad,
y también nos dio conciencia
para apartarnos del mal.
Este don está latente
en el ser en general,
y en las manos de la gente
está la guerra y la paz.
Es la guerra quien mantiene
al cruel Satanás,
es la paz la que florece
en la sana dignidad,
de los seres que se gozan
con el bien de los demás.