La madre naturaleza
nunca se cansa de hablar,
de decirnos con sus hechos
dónde está el bien y el mal.
En las manos lo tenemos
en los pies de igual a igual,
si observamos atentos
su eterna profundidad,
de su sol y su viento
de su tierra y de su mar,
de las cosas más pequeñas
que son la piedra angular,
lo que desprecia este mundo
falto de profundidad,
la madre naturaleza
la que nadie oye hablar.
Por mucho mal que le hagan,
nadie la puede ensuciar.
Siempre vivirá hermosa
sin principio ni final,
y los que no la conozcan
de ella no podrán gozar.