Cada vez que observo el campo
cuando voy de romería,
el corazón se me encoge
de ver la tierra baldía.
Pena me da de la tierra
porque su pena es la mía,
de ver que el hombre se aleja
del deber de cada día.
Pero le agrada comer
de los frutos que ella cría,
de esos frutos deliciosos
que producen alegrías.

El hombre se va alejando
de la madre que lo cría
Pero algún día volverá
con la esperanza perdida.
De ver la tierra enojada,
de ver la tierra baldía,
de ver que ya no produce
el maná de aquellos días.