A ti, sembrador que siembras
las semillas de amor:
eres tú una maravilla
en los campos del Señor.

Aguantando las tormentas,
las heladas y el calor,
con esa firme paciencia
tú preparas la labor,
dando surco tras surco
con muchísima ilusión.

Ya vas viendo la cosecha,
ya le cantas tu canción,
y la riegas con tu frente
como si fuera una fuente
que brota a fuerza de amor.

Las semillas la presienten
la bondad del sembrador,
cómo prepara la cuna,
cómo mulle su colchón.

Ellas son como niños,
lo sabe el sembrador;
por eso les da cariño
y las riega con sudor.
Desde el cielo Dios te mira
y te quiere, sembrador.