El mundo se arreglaría
simplemente con cambiar,
el valor de las monedas
por el valor del amar,
formando parte integrante
del sistema decimal,
siendo moneda de cambio
la manera de actuar.

Se terminarían las guerras
y siempre tendríamos paz,
se perdería la ambición
y ese afán de acaparar.

Las riquezas las tendrían
aquellos que amaran más,
ganando así la partida
al cruel de Satanás.