Al Cristo de la columna
atado como un cordero,
en el pueblo de Fortuna
lo bendice el mundo entero.
Hombres sin corazón
vendidos por el dinero,
al Cristo de la columna
le cargaron un madero.
A fuerza de latigazos
varias veces cayó al suelo,
con la cara ensangrentada
y la mirada en el cielo.
Unos hombres desalmados
de corazón negro y fiero,
le iban cruzando la cara
con un látigo de acero.
Por un angosto camino
que en calvario convirtieron,
ese poder de los hombres
y ese poder del dinero.
Le están clavando los clavos
a Jesús el Nazareno,
y es la cadena que gira
por la muerte del Cordero.
Ya está clavado en la Cruz
con los ojos en el Cielo,
pidiéndole al Padre Eterno
que perdonara a su pueblo.
La tierra se estremeció
y se rasgaron los cielos,
por la culpa del poder
y de ese maldito dinero.
Sigue el mundo atormentado
y aquel Cristo del madero,
sigue atado a la columna
como si fuera un cordero.
Mira Jesús a estos hombres
que de aquellos renacieron,
lo que hicieron contigo,
igual con otros hicieron.
Porque el poder de los hombres
es verdugo de corderos,
que claman con sus lamentos
para que lleguen al cielo.
¡Ay, Cristo de la columna!
te pide perdón el pueblo,
y quiere que en su Fortuna
seas Tú lo primero.
¡Ay, Cristo de la columna!
perdona otra vez al pueblo,
y que su nombre de Fortuna
lo confirmes Tú en el cielo.