Cada vez que tengo pena
echo al aire mi cantar,
alzo los ojos al cielo
lanzo mi mente a la mar.

A ver si esta pena mía
puedo convertirla en sal,
y que viva la alegría
y que viva la verdad,
y que se queden las penas
en el fondo de la mar.

Que se conviertan en perlas
y en casitas de coral,
para que vivan contentas
las sirenitas del mar.