Érase una vez un país
que España se solía llamar;
de robos y de muertes
estaba ya «deshauciá”.
Dios muy enfadado
le mandó una enfermedad,
y el gobierno que allí había
se puso a investigar,
para poner un castigo
al culpable de aquel mal.
Hubo muchas confesiones
de estafas y de ladrones
de cuantías por billones,
que no había computadoras
que los pudiera contar.
Hasta que un día concluyeron
los miembros del tribunal,
de que eran los obreros
los culpables de aquel mal,
por no trabajar más duro
y cobrar menos jornal.
El juez sentencia y condena
a que paguen más y más,
dice que son responsables
de que España esté tan mal.