Érase una vez un país
que a políticos jugaban,
y los animales que allí había
los pobres se lamentaban
de su ilustre democracia
y lo mal que lo pasaban.
Desde el piojo hasta la pulga
y sanguijuelas moradas,
parásitos de todos tipos
componían la ensalada
y como eran mayoría
las elecciones ganaban.
Se instalaban en sus perros
y de gratis se paseaban,
las sanguijuelas canijas
de sangre ya se explotaban,
garrapatas y langostas
con las cigarras cantaban.
Mientras que los productores,
los pobres, se tambaleaban;
los perros ya no ladraban;
de tanto que les chupaban
sólo les queda la piel
y bastante lastimada.