Cada vez que tengo pena
echo al viento mi pesar,
cojo mi papel y mi lápiz
y empiezo a filosofar.

Si es que el viento me acompaña
me hago enseguida a la mar,
con la caña de mi lápiz
y mi goma de borrar.

En el fondo de los mares
echo mi anzuelo al azar,
en busca de un pez dorado
que me diga la verdad.

¿La suciedad de la tierra
la puede lavar el mar?.

Enseguida que recojo
con paciencia mi sedal
emerge un pez dorado
con un -sí- como el coral.