¡Vaya rollo que es la pasta!
de ese dinero cabrón,
que convierte al hombre en máquina
y a la mujer en robot.
Y a los niños pequeñitos
en barquitos sin timón;
cuidados en criaderos
como se cría el arroz.
Para trasplantarlos luego
y esperar al segador,
con una conciencia ciega
sin conocer el amor.
Empiezan siendo tornillos
y terminan de motor.