¡Qué triste está mi campo!
cuando deja de llover,
hasta la hoja del naranjo
palidece su altivez.
Ya no corre por su tronco
por debajo de su piel,
esa sabia convertida
que es la sangre del vergel.
Es la lluvia transformada
la que da el pan y la miel,
la que da la vida en la tierra
vínculo del renacer.
¡Qué triste está mi campo!
cuando no quiere llover.
Ya no cantan los jilgueros
porque tienen mucha sed,
ya se esconden el caracol
y las lombrices también.
Solo canta la cigarra,
la que llorará después.